Por la pandemia del COVID-19 es común y normal que estemos sintiendo emociones negativas: la crisis es un caldo de cultivo para que estas aparezcan. Debemos escucharlas y atenderlas. También será beneficioso encontrar espacios para evocar emociones positivas, y desarrollar el optimismo. Aquí te cuento cómo.
La situación de crisis que estamos viviendo por la pandemia de COVID-19 no tiene precedentes para las generaciones que hoy habitamos el mundo. El confinamiento, las experiencias extremas, el bombardeo de información que recibimos a diario (a través de medios formales e informales de comunicación, como las RRSS), son un caldo de cultivo de emociones negativas.
Estas emociones negativas son esperables en este contexto. El estrés, el nerviosismo, la irritabilidad y el desánimo pueden estar tomando fuerza en el periodo de crisis. Y, aunque esto es común, normal y esperable, es importante que tomemos consciencia de ello para poder regular las emociones y sus efectos en nuestra vida.
Todas las emociones importan
Cuando me refiero a ciertas emociones como negativas, esto no quiere decir que sean malas. Una emoción positiva es aquella que nos trae bienestar y permite nuestro desarrollo. Y una emoción negativa, nos trae malestar y nos orienta a la supervivencia, a seguir vivos.
Si bien unas nos hacen sentir bien y otras mal, todas las emociones son buenas y nos ayudan. Todas cumplen una función, y por lo mismo tenemos que escucharlas.
Las emociones en crisis
Lo primero que debemos entender es que en estados de crisis nuestro organismo se activa como si estuviésemos en alerta ante un peligro inminente. ¿La diferencia? El peligro está presente pero es difuso, por lo que las emociones activadas se mantienen en el tiempo como telón de fondo, esperando que algo suceda.
Cuando nos enfrentamos a peligros reales e inminentes – como un animal peligroso o una caída a un precipicio, por ejemplo – lo más común es sentir miedo (que nos hace huir o nos paraliza para mantenernos a salvo) o rabia (que nos pone en modalidad de ataque para defendernos). La función de estas emociones es clara en estos contextos: protegernos.
Sin embargo, en el contexto actual en que si bien el peligro es real, no es inminente, estas emociones y sus circuitos de respuesta se encuentran igualmente activados. Por lo tanto, estamos en constante alerta, y con ello, gastando recursos cognitivos, emocionales e incluso físicos, como una gotera que de a poco nos va drenando.
En algunos casos la emoción se puede complejizar o variar, y podemos pasar a sentir tristeza, impotencia (ligada a la rabia), u otras emociones negativas.
¿Qué estoy sintiendo?
Es posible que estemos experimentando emociones de forma constante y sin darnos cuenta, lo que nos mantiene activados. Por lo mismo, es tan importante que tomemos conciencia de ellas, darnos cuenta que las estamos sintiendo, para así regularlas y permitir que nuestro gasto energético sea menor.
Puede no ser fácil, especialmente si llevamos mucho tiempo expuestos a los estímulos que evocan las emociones negativas. Parar, respirar y mirarnos a nosotros mismos será necesario para darnos cuenta de qué estamos sintiendo.
Traigamos eso bueno
Es importante que luego de tomar conciencia de nuestras emociones, podamos regularlas.
En tiempos de crisis, además, será beneficioso evocar emociones positivas como la alegría, el humor o la gratitud. Así como algunas emociones nos drenan la energía disponiendo de nuestros recursos, otras nos recargan de energía.
Ser capaces de evocar emociones positivas también es parte de la gestión emocional. Si bien no es fácil, especialmente en este periodo en que estamos más propensos a experimentar emociones negativas, tampoco es imposible. Y se puede lograr, desarrollando el optimismo.
¿Miremos con otros lentes?
De acuerdo a Milicic, Berger, Alcalay y Torretti (2014), el optimismo es “la capacidad de mirar los aspectos positivos de los acontecimientos y las situaciones, de valorar lo que se es, y de focalizarse y valorar los aspectos positivos de los otros” (p. 47).
Es importante destacar que el optimismo no implica negar las emociones que nos hacen sentir mal, ni estar siempre alegre: no debemos caer en la tiranía de la alegría, ni tampoco quedarnos en el pantano de la tristeza (sí, esa emoción que nos hace querer estar pausados, quietos, inactivos).
Podemos entender que el optimismo es la capacidad de ponerse los lentes de ver las cosas buenas dentro de lo que nos rodea: situaciones, personas, nosotros mismos. No es dejar de ver las cosas malas, sino de no permitir que sean el foco principal.
El optimismo se puede desarrollar día a día, poco a poco. Hay días en que será más fácil tener una actitud optimista, y otros en que será más difícil. Y eso está bien.
Estrategias para desarrollar el optimismo
Crear espacios lúdicos
A través del juego podemos evocar emociones positivas como la alegría. Además, nos permitirá compartir con otros. Pueden ser juegos sencillos de cartas o dados (en lo personal me gusta mucho el Yhatzee), o juegos de mesa. En estos últimos, recomiendo más los colaborativos como The Mind, pues nos permite conectar de forma constructiva con el otro.
Encontrar espacios de expresión artística
Bailar, cantar, escribir, dibujar, pintar… Darse el tiempo de realizar estas actividades es abrirle una ventana a las emociones positivas para que aparezcan. Cuando nos permitimos expresarnos artísticamente por placer, conectamos con nuestras emociones. Y si la expresión artística además implica movimiento, es más probable que evoque la alegría.
Evocar emociones estéticas
Las emociones estéticas son aquellas que sentimos a través del arte o de la belleza (Bisquerra, 2015). El cine, la pintura, la literatura, la poesía, la música, entre muchas otras formas de expresión artística, nos permiten evocar emociones sin tener que estar viviendo una experiencia en concreto, sino a través del arte. Ver una película de comedia, leer un buen libro, incluso contar un chiste, nos permitirá evocar emociones positivas como la alegría. Si además compartimos con otro al momento de disfrutar de esto (aunque sea de forma remota), doblaremos la potencia de la emoción.
Agradecer
La gratitud es una forma de acercarnos a desarrollar una actitud optimista. Para hacerlo, sugiero encontrar un espacio durante el día (antes de irnos a dormir, por ejemplo) en el que se agradezcan tres cosas que se hayan experimentado durante el día. No tienen por qué ser grandes cosas. Más bien, es agradecer cosas pequeñas y cotidianas. Por ejemplo, haber tomado una ducha caliente, disfrutado de una comida sabrosa, haber podido hablar por teléfono con un amigo o familiar, haber disfrutado de los rayos del sol entrando por la ventana en estos días de invierno, haberse reído de un buen chiste, etc.
No importa tanto lo que se elija agradecer, sino el sentimiento de gratitud en sí mismo.
No nos olvidemos que estamos viviendo una pandemia, como no se había vivido en 100 años. Seamos compasivos con nosotros mismos: todos estamos haciendo lo mejor que podemos para sobrellevar esta situación.
¿Has podido aplicar alguna estrategia para tener una actitud optimista hoy? ¿Cuál fue? ¿Te gustaría compartir otra con nosotros? ¡Te leemos, aquí o en el Instagram @aprenderconemocion!
Si estás sintiéndote angustiado, con dolores en el cuerpo, dificultades para dormir, sentimientos negativos sobre ti mismo, u otros malestares psicológicos o emocionales que te dificultan el día a día, es importante que consultes con un especialista de la salud mental para recibir atención personalizada.
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